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Procesión del Día de los Muertos: un camino por la justicia

Rodeados por la oscuridad de una mañana fresca, agrupados y esperando con la respiración contenida, los miembros del Centro del Pueblo comenzaron la mañana con oraciones, dando al grupo la oportunidad de hablar y honrar a los seres queridos que perdieron. El 2 de noviembre, nos embarcamos en una caminata de 15 millas para la segunda procesión anual del Día de los Muertos a las 6 a.m. desde la Iglesia Católica Romana de San José en Fortuna, pensando en nuestros antepasados.

La ofrenda que estuvo en Cooperación Humboldt, al final del caminato. Foto por Jose Herrera

Caminar con un gran grupo de personas y reconocer a los que perdieron la vida debido a las injusticias causó una abrumadora sensación de comunidad y un sentimiento de humildad. A pesar de lo largo y agotador que era la caminata, por mucho que nuestras piernas dolían y el cansancio se agitaba, la idea de hacerlo juntos como grupo superó todo eso. La idea de que estábamos caminando por un propósito mayor puso todo en perspectiva.

“Quería no venir porque estaba súper cansado anoche, pero luego pensé en eso y en cómo fue mi propia comodidad,” dijo Jonathan Gómez, un alumno de HSU, que caminó en la procesión. “Pensando más allá de mi individualismo, pensé, sabes qué, me siento súper privilegiado [de no ir].”

A lo largo de la caminata, nos deteníamos de vez en cuando para tomar un descanso, o si el grupo se dispersaba demasiado. Todo el camino, la gente sostenía pancartas grandes y pequeñas, algunas con el Centro del Pueblo pintado, algunas tenían Justicia para Josiah y muchas tenían los nombres de las personas que murieron.

Miembros de la comunidad y organizadores del Centro de Pueblo caminan por las carreteras secundarias que salen de Loleta. Foto de José Herrera.

A medida que nos acercamos al Colegio de las Secoyas, una familia Latinx nos dejó descansar un poco en su propiedad para comer pozole y champurrado que habían hecho, sabiendo que estábamos de paso.

Fueron esos momentos que nos hicieron olvidar lo doloridos y cansados ​​que estábamos después de caminar durante tanto tiempo, que nos hizo recordar que no estábamos caminando de Fortuna a Eureka por el placer de hacerlo. Caminamos para resaltar la injusticia de las minorías.

También hubo momentos que pusieron la perspectiva de por qué estábamos caminando en primer lugar. Al escuchar un automóvil pasar con una persona gritar “deportación” directamente a nosotros, junto con ocasionales comentarios racistas que vinieron de algunas personas mientras caminábamos, me deja saber de por qué las caminatas como esta deben suceder.

Cantamos y gritamos en grupo, expandiendo el mensaje de que estos grupos minoritarios necesitan protección, y están aquí para quedarse.

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